Cuando se trata de problemas de la vida, a menudo queremos culpar a los demás por el dolor por el que estamos pasando. Como el bastidor de la tortura, estamos constantemente estirados más allá de nuestra capacidad. Puede que no podamos cambiar las responsabilidades que nos están extendiendo, pero lo que podemos cambiar somos nosotros mismos. Sí, podríamos ser víctimas de lo que nos está pasando, pero no podemos darnos el lujo de pasar por la vida haciendo de víctima. Así que cuando se trata de las cosas de la vida que nos están extendiendo más allá de nuestra capacidad, la respuesta no es pedirle a Dios que haga las cosas más fáciles, sino pedirle a Dios que nos haga más fuertes.